“Vieja
amiga”
Te he visto demasiadas veces como para no
reconocerte. Te he sentido de cerca cada vez que la vida se esfumaba, cada vez
que caía una hoja, cada vez que una historia se acababa.
Igualmente podía notar tu capa blanca en mi
piel y escuchar su caricia en el suelo, cada vez que un personaje expiraba su
último aliento, y sentía aún más tu frío, si la historia giraba en torno a ese
ser.
Cuando leía el último punto, la última
palabra, la última frase de ese libro que llevaba días leyendo, te veía, te
sentía, te notaba. Cuando cerraba el libro, y lo colocaba en el estante,
obligado a dejarlo oculto, en pos de otro que ocupara mi mente, mi corazón y mi
tiempo, es ahí cuando miraba desafiante a tus ojos de hielo, seguro de que te
llevarías esa historia contigo, a la espera de que volviera a renacer en mis
manos.
Ahora, muchos años más tarde, he cerrado
por última vez mi libro. No es un libro cualquiera, sino el que me ha
acompañado toda mi vida, desde mi infancia. Ha sido la historia, el alma, que
ha guiado mis pasos en la oscuridad. Pero sé que no has venido sólo a por él,
sino a por mí también. Sé que iremos los tres juntos, de la mano. Ahora, que te
he visto tantas veces y te conozco, no te tengo miedo, muerte, vieja amiga.
Es una buena manera de ver la muerte. Siempre me parece genial leer sobre la perspectiva (metafórica o no) que tienen los demás sobre un asunto, que, después de todo, nos llega a cada uno de nosotros.
ResponderEliminar